Artículo escrito por Virtudes Sánchez, periodista y bloguera en brasilmasquefutbol.com
“¿Cuánto estás dispuesto a pagar?”, esa es la pregunta que hacen en el Río de Janeiro preolímpico antes de alquilarte una habitación. Extranjero (europeo, que se cotiza bien), trabajador y con una imperiosa necesidad de dormir bajo techo. Blanco fácil para los propietarios locales.
En la ‘cidade maravilhosa’ no existen los precios justos y mucho menos los precios fijos. Manda la ley de la oferta y la demanda. Y manda tanto que pueden buscar cualquier excusa para expulsarte de una casa si tienen a otra persona que puede pagar más que tú. No importa el tiempo que te vayas a quedar. Lo que importa es la cantidad final. Money, money…
La alternativa a los hoteles es el alquiler vacacional o domiciliar. En México, la gente empieza a acostumbrarse a compartir pisos, pero lo hacemos con personas de una edad similar a la nuestra. En Río de Janeiro no es tan común que la gente divida su espacio en las mismas condiciones. Quienes lo hacen son jóvenes locales o extranjeros que se unen para combatir los abusos cariocas.
Si acabas de llegar, te encontrarás en el abismo. Tienes dos opciones: alquilar una habitación en una casa cualquiera o irte a vivir a un apartamento en una favela o un barrio de la periferia. Si necesitas alojarte en alguna de las cuatro áreas que acogerán los Juegos Olímpicos, especialmente la zona sur (Copacabana, Ipanema, Leblon, Leme…) o Barra da Tijuca, saca todos tus ahorros y échale paciencia.
Ni siquiera una persona acostumbrada al ‘jeitinho brasileiro’ (aprovecharse de todo lo posible) es capaz de entender ciertas situaciones. El primer piso donde me alojé cuando llegué hace tres meses estaba en Copacabana y pertenecía a la madre de una amiga de un amigo, o sea, tenía una referencia. ¡Menos mal! Después de algunos días, me dijo que su hija vendría de vacaciones con su novio y me metió en una despensa. Sí, una despensa… Dormí en un colchón tirado en el suelo durante 17 días. Sin armario, sin internet, sin nada.
Después de muchas lágrimas y algunas aventuras surrealista encontré una habitación en la misma zona, también por indicación. En la casa vivía solo una chica, amiga de la dueña. Ella no pagaba, pero a mí me cobró 1.500 reais (al cambio, unos 420 euros) por mes durante un mes y medio. El segundo no lo terminé porque me echó de repente.
Me vi con las maletas en la calle de un día para otro. ¿Qué hice? Le pedí al portero que me las guardara solo por una noche y dormí en casa de unos amigos. No sé si amigos, la verdad: eran mi entrenador de funcional y su compañero de piso. Ellos me ofrecieron alquilarme el salón de su casa. 800 reais por 12 días (unos 225 euros). Dormiría en el sofá y no tendría armarios ni ningún espacio privado, pero sí una ventaja: “La chica de la limpieza hace la comida”.
Y es que esa es otra. En la mayoría de las casas no ven con buenos ojos que cocines. En algunas, incluso, te dicen claramente que no puedes usar ni la cocina ni la lavadora (la electricidad es cara). O sea, acabas pagando precios superiores a la media española, en casas que en algunas ocasiones se caen a pedazos y encima no puedes hacer uso de todos los espacios.
En un piso en Ipanema la chica llegó incluso a decirme que no podría usar la mesa del salón porque la había comprado ella… Y el precio rondaba los 500 euros al mes con la posibilidad de que durante los Juegos me mandara a la calle para sacarle cinco veces más a los turistas.
Las calles están llenas de comisionistas. Allá donde cuentes que estás buscando casa aparecerá alguien que conoce a alguien que alquila habitaciones ‘por temporada’. Ojo, esto es importante. Por temporada significa por días. Los precios, absurdos. He visto casas con camas de los años 50, destartaladas, malolientes, pero que estaban “al lado de Copacabana” por 50 euros al día. Por ese precio duermo en un hotel de cuatro estrellas en España. ¡Pero ellos te lo venden como si te estuvieran haciendo un favor!
Llegará un punto en que cada vez que te digan “es que estás aquí al lado de Copacabana” te darán ganas de mandar a la persona a Formentera de un bofetón de la desesperación.
Me han llevado incluso a la casa de ancianas aparentemente vulnerables pero con una fina habilidad para los negocios inmobiliarios. “Si te vas a quedar poco tiempo no vale la pena porque prefiero esperar a los Juegos”, me dijo una. ¿Con qué garantía? La de la desesperación de gente con entradas para Rio 2016 y sin lugar para dormir.
La última señora que visité, que no había compartido casa en su vida (esto es importante porque cualquier cosa rutinaria que hagas podría desencadenar una disputa por falta de costumbre) me pidió, tras rechazar su ‘oferta’ de 2.100 reais al mes (590 euros) por una habitación doble entre Copacabana e Ipanema pero al lado de una favela, que la ayuda a encontrar gente para los Juegos. “Por el máximo dinero posible, tú tendrás tu comisión”, me explicó.
Lo más gracioso es que cuando dices que no piensan que tienes problemas económicos. No es que esté la cosa muy bien para los periodistas españoles, pero no es una cuestión de problemas económicos, es simplemente resistirse a ser atracado a plena luz del día en forma de alquiler.
¿Mi situación actual? Decidí tirar de Airbnb. Al menos me garantizaba que la persona con la que viviría está acostumbrada a compartir casa con extranjeros. Pagué caro: 280 euros por 11 días en Leme, al lado de Copacabana, muy cerca del pabellón donde se jugará el vóley playa. Antes de los Juegos me tengo que ir porque, por supuesto, está alquilado a ‘precio Olimpiada’ para otras personas.
La casa, vieja a más no poder. Usar la ducha es una odisea, en cuanto enciendes el grifo… todo empantanado. El calentador funciona con pilas (¡con pilas!), el salón es de uso exclusivo del dueño… En fin, más y más condiciones y restricciones del peculiar alquiler carioca.
Cuando vives con las maletas sin deshacer, sin saber dónde dormirás al día siguiente y ves codicia por todos lados, te das cuenta de por qué la gente se empeña en decir que vienes de un “país del primer mundo”. Seriedad, formalidad, competencia, calidad son algunas de las carencias que explican por qué el negocio del alquiler en Río de Janeiro está en paños menores en comparación con otras ciudades que han sido o serán olímpicas.
A veces me pregunto: y después de Rio 2016 ¿qué?
Precios europeos en casas precarias
Los días previos al comienzo de los Juegos de Río 2016 son importantes para los propietarios. Si consiguen alquilar ganan un extra prácticamente inesperado. Aun sabiendo esto, no siempre están dispuestos a bajar los precios infladísimos de las habitaciones que alquilan. Por doce días en un cuarto individual, una señora quiso cobrarme 1.100 reales (307 euros, aproximadamente), otra en una calle cercana al comienzo del barrio de Copacabana, quería 1.000 reales (280 euros).
Es decir, de media, la ‘diaria’ (precio por día) difícilmente baja de los 100 reais. Un señor me dejaba un apartamento completo por 80 reales al día y ante la desesperación me mandó un mensaje avisando: “No alquiles una habitación, es peligroso”. Entonces me acordé de algunos dueños de casas que transmitían toda la inseguridad del mundo. Puede que lo sea, efectivamente.
Airbnb es una opción recomendada por el propio Comité Olímpico Internacional ante la escasez de plazas en los hoteles. El problema es que en Río de Janeiro los comisionistas y el boca a boca dominan y son pocos los que tienen una larga trayectoria alquilando a través de esta plataforma. Lo que hacen los propietarios es salir de sus casas o habitaciones, alojarse en casas de familiares y amigos y alquilar sus espacios durante los Juegos. Pero pocos salen del todo. Podrías tener que convivir con las ropas de los inquilinos mientras te cobran prácticamente como si estuvieses alojado en un hotel o un ‘bed & breakfast’.
Es importante leer los comentarios antes de alquilar y tener en cuenta quién los escribe. En mi caso, el último piso que he alquilado tenía más de 80 opiniones positivas, algunas maravillosas y, sin embargo, ha sido bastante decepcionante teniendo en cuenta el precio que pagué.
En los Juegos…
Los precios para los días que duran los Juegos Olímpicos son muy variados. Todo depende de la zona donde se encuentre la casa y del tipo de habitación. Puedes encontrar algunas económicas en favelas o carísimas en mansiones de lujo.
Si está en la zona sur, la ruina está casi asegurada. Una suite en Ipanema para los 17 días que dura la competición puede costar más de 5.200 euros y un cuarto normal en la Lagoa, más de 5.100. En Copacabana pueden bajar un poco, pero hay que tener en cuenta que es un barrio antiguo con inmuebles sin reformar. Una habitación minúscula durante el mismo periodo puede costar más de 1.600 euros.
En Maracaná, el precio mínimo por noche ronda los 60 euros aunque puede superar los 140. Es decir, pagarías más de 2.600 euros para estar en la zona norte de la ciudad que no es precisamente una de las áreas más cotizadas en cualquier otra época del año.
Ya en Barra da Tijuca, donde se encuentra el Parque Olímpico, los precios se pueden disparar demasiado. Una habitación al lado del centro comercial más importante, el Barra Shopping, puede superar los 7.800 euros mientras que un cuarto infantil próximo a la Villa Olímpica ronda los 5.300 euros.
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